terça-feira, 23 de novembro de 2010

Sueño.

Anoche te soñé, caminaba junto a un montón de personas por las calles de algún balneario de la Costa de Oro, sin entender qué hacía, sin cuestionarmelo tampoco. Me sentía cansado y, sobre todo, aburrido. Cuando al fín me decido a romper la monotonía hipnotizante que ya me abrumaba, intento darme media vuelta pero algo me tironea violentamente sacandome de la vía. Es curioso como, en mis sueños, cada vez que me decido a hacer algo para alterar el flujo natural que mi subconsciente dicta, algo ocurre en el pseudo universo construído que me lleva a los mismos resultados que mi Yo buscaba. Quizás una parte de mí tiene presente que ¨Cuando uno desea verdaderamente algo, es como si el universo se conspirara para que uno lo consiga¨. Aún más curioso es que generalmente la fuerza motriz de dicho milagro no está personificada. Personificar el todo sería definir un Dios en mi pseudo universo, prefiero evitar esa tautología.
Anoche te soñé. Y en este sueño no había fuerza de la naturaleza subconsciente. Ni dios. Ni catástrofe natural. Ni mago. Ni alquimista. El curso natural del sueño era alterado por las manos de una muchachita que, jugando a ser dios, me sacó violentamente del camino. Cuando me recompuse, luego de haberme casi caído, me hallaba en un pastizal que me cubría hasta la rodilla. Miré hacia adelante. La transición entre la sorpresa y la alegría de verte fue bruzca, me sacudió. Comencé a hablarte. - Ana!, Como es que viniste y no me avisaste? Pronuncié, haciendo un gran esfuerzo para hablar.
- Hablá para afuera. Respondiste muy serena. Estabas seria, con tus ojos fijados en los míos. Si no te hubiera reconocido, habría sido intimidante. Volví a intentar hablar, pero tan pronto comencé a mover en vano los labios respondiste con autoridad.
- Callate y abrazame.

No pude evitar abrazarte, mi cuerpo ya no respondía a las órdenes que le daba. Mentiría si estimara cuanto duró el abrazo, pero sí puedo acreditar lo increiblemente vívido que fué. Tu pelo rozando mi mejilla, el efecto en mí de tu aroma, aún sin sentir la causa, y tus manos apretándome me abrumaron con recuerdos. Aún más vívido fue cuando te separé de mí, ya no soportando más la cantidad de recuerdos agenos a ese universo que se colaban a través de vos. No pertenecías a ese mundo, pero era como si pudieses hacer con él lo que quisieras. Estabas por encima, lo sabías y tu serenidad lo confirmaba. Jugabas en el patio de otro.
Por un momento te odié, no sé si por haber hecho de mi mundo un juguete o por no sentirme dueño de mis propios actos. Y es que luego de haberte separado, no pude evitar volver a acercarme, esta vez mis labios se encontraban con los tuyos. No recuerdo lo que sentí con el beso, huérfano de recuerdos, pero fue tan intenso que en él se desvaneció el mundo entero. O sea, mi sueño.

También es curioso que yo, siendo alguien que se conoce bastante a sí mismo, no pueda explicar muchas cosas que te involucran. Y es que esté donde esté, con mi mente ocupada en el paradigma que sea, siempre relampaguea un recuerdo tuyo, y trae con él una tormenta de preguntas que me descontextualizan. La volveré a ver alguna vez?. Qué siento exactamente por ella?. En qué situación la podría cruzar de casualidad?. Alguna vez me voy a olvidar de ella?. Por qué es tán importante para mí?. Qué estará haciendo ahora?. Pensará en mí?. Se preguntará alguna cosa sobre mí? Como sería besarla? Como sería desnudarla?.

No tengo ninguna de esas respuestas, lo cual es curioso. Pero lo más curioso aún no lo escribí. Lo más curioso es que no es la primera vez (y sospecho que tampoco la última) que te sueño y, así como anoche, en él sos la fuerza de la naturaleza subconsciente, y el Dios, y la catástrofe natural, y el mago, y el alquimista.

[Rorro Tejera García.]

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